Pastoral americana by Philip Roth

Pastoral americana by Philip Roth

autor:Philip Roth [Roth, Philip]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1997-01-01T05:00:00+00:00


6

Se había convertido en jainita. Su padre desconocía el significado de esa palabra hasta que ella, hablando con fluidez, como si entonara un cántico (la misma manera de hablar sin obstáculos que habría empleado en casa de haber sido capaz de dominar su tartamudez mientras vivía bajo la custodia de sus padres) se lo explicó pacientemente. Los jainitas eran una secta religiosa india relativamente pequeña, y él aceptó esto como un hecho, pero no podía estar seguro de si las prácticas de Merry eran propias de la secta o las había ideado ella misma, por más que ella afirmara que todo cuanto hacía era una expresión de su creencia religiosa. Llevaba el velo para no perjudicar a los organismos microscópicos que viven en el aire que respiramos. No se bañaba porque reverenciaba toda vida, incluida la de los parásitos. No se bañaba, según decía, para «no hacer daño al agua». No caminaba de noche, ni siquiera se movía en su habitación, porque temía pisotear a algún ser vivo. Le explicó que la materia, en sus diversas formas, aprisiona almas, y cuanto más inferior es la forma de vida, mayor es el dolor que experimenta el alma aprisionada en ella. La única manera de liberarse de la materia y llegar a «una dicha autosuficiente para toda la eternidad» consistía en llegar a ser lo que denominaba en tono reverente «un alma perfeccionada». Uno solo alcanza esa perfección por medio de los rigores del ascetismo y la abnegación, así como la doctrina de la ahimsa o no violencia.

Los cinco «votos» que había hecho estaban mecanografiados en fichas y fijados con cinta adhesiva a la pared por encima de un sucio jergón de gomaespuma en el suelo sin barrer. Allí era donde dormía, y puesto que no había nada más que el jergón en un ángulo de la estancia y un montón de trapos, sus ropas, en el otro, debía de ser allí donde se sentaba para comer lo que le permitía sobrevivir, fuera lo que fuese. Poco, muy poco, a juzgar por su aspecto…, a juzgar por su aspecto, podría no hallarse a cincuenta minutos al este de Old Rimrock sino en Nueva Delhi o en Calcuta, al borde de la inanición, no como una devota purificada por sus prácticas ascéticas sino como un miembro despreciado de la casta inferior, un intocable que está en los huesos y arrastra de un lado a otro su desdicha.

La habitación era diminuta, claustrofóbica, incluso más pequeña que la celda del correccional donde, cuando él no podía dormir, se imaginaba visitándola después de que la detuvieran. Habían llegado a la habitación caminando desde el hospital veterinario hacia la estación, y girando al oeste a través de un paso inferior que conducía a la carretera McCarter, un paso inferior que no tenía más de cuarenta y cinco metros de longitud pero de tales características que los conductores que se disponían a cruzarlo apretaban el botón del seguro de las portezuelas. No había iluminación en el techo, y



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